Crónica emotiva y personal de nuestra Citroën C-15 personal, el gran Gabiman.
Crónica QRC – Sabadell
“Hoy he venido a hablar de mi libro”
Paco Umbral
Normalmente hoy se iniciaría la crónica del día hablando de la visita del Sabadell Rugby, de la necesidad del QRC de sacar algo positivo en este partido, una de las dos finales que quedaban para salvar la temporada o de como en el partido de ida los “sabadellencs” nos pasaron por encima en un partido para olvidar. Pero no, la crónica de hoy será en primera persona, un atentado contra todo ejercicio periodístico que se precie, la subjetividad al poder, vamos. Será en primera persona, pero representará a cada uno de los individuos que forman este pequeño gran club, y de como con ganas y muchos dolores de cabeza, poco a poco ese barco de vela sujeto a los vaivenes del destino está consiguiendo remar en una dirección concreta, rumbo a su Ítaca particular. Pero, no nos adelantemos, volvamos a la primera persona….el partido del sábado estaba, como no, cubierto de un aura especial, último partido en casa de la temporada y quizás, último en mi vida como jugador federado. Sin dramatismos, pero en el rugby, cualquier partido puede ser el último, aunque con casi cuarenta y cuatro tacos, ese “puede” adquiere un dramatismo especial.
La temporada ha sido como una cuchara de mostaza, te puede gustar mucho pero el primer viaje te lo llevas “in your face”. Un inicio muy bueno nos hizo creer que podíamos aspirar a cualquier cosa en esta liga, pero la realidad de una plantilla corta, de una falta de compromiso galopante por parte de elementos clave del equipo y de las malditas lesiones, que siempre juegan en contra convirtieron el éxito de pasar como uno de los nueve mejores equipos de la liga catalana en un purgatorio hecho realidad. En mi caso, la reciente paternidad añadía un plus de dificultad a la hora de entrenar y disputar partidos. Y así fueron pasando los partidos, derrota tras derrota, a cual más triste. El QRC era un equipo con arreones de rasmia pero sin esa capacidad para competir de tú a tú con nadie. Y llegó el todopoderoso Vilafranca, equipo diseñado para DH y con más internacionales que un verano en Magaluf. Y se perdió, pero conseguimos rascar un ensayo de castigo por empuje de melé y apretarles durante unos minutos, y vimos que el césped parecía un poco más verde, y que quizás había luz al final del túnel. Y poco a poco, a base de más derrotas, pero mejor juego, a fuerza de caerse, y levantarse, de placar un poco mejor, de subir a la presión un poco más rápido, de cagarla menos con el balón en las manos, el equipo ya era más equipo, los nuevos menos nuevos, y los viejos un poco más viejos.
Y así llegamos al partido contra el Sabadell, mermados como toda la temporada, pero curtidos de tanto recibir. Era el día de devolver a la afición y al club todo el apoyo dado durante la temporada. Durante toda la semana compañeros estuvieron limpiando y preparando las instalaciones para poder ofrecer una jornada impecable a público y equipo visitante. Seguramente tocaría sufrir, este equipo no conoce otra forma de jugar, “no pain no gain”. Y se sufrió, vaya si se sufrió. Desde el inicio se olió sangre en el touch-maul, y no lo desaprovechamos. La línea también era incisiva, con un Bardina desatado, el líder que la línea buscaba de hacía tiempo afloró como nunca. Pero el Sabadell no venía de paseo, se jugaban entrar en los playoffs, y aprovechaban esos regalos que nos gusta tanto dar, siempre se ha dicho que el aragonés es generoso, y vaya si lo fuimos. De un 17-12 al descanso pasamos a un 22-26 a falta de un suspiro para acabar. La verdad es que mi partido fue para olvidar, pero será inolvidable, no hay sensación mejor que la de ver empujar a todo el equipo en el minuto 80 para conseguir marcar el ensayo de la victoria. Todo un final de película para una jornada de ensueño. El del sábado fue el primer partido en muchos aspectos, nuevas instalaciones, un ambiente de club como hacía tiempo que no se disfrutaba, una “maravilla” de celebración de la victoria, y por supuesto la primera victoria que le he podido dedicar a mi hijo, que como buen quebranta ha mamado rugby desde antes de haber nacido.
Mi historia es la historia de Gabiman, pero es también la historia de Pipino y sus canciones guanches, de Juan Bosco y su vuelta al ruedo, de Vladimir el constructor, de Josep, que cumplió el sueño de jugar con su hijo y si no le jubila es porque no quiere, de Rodrigo, ese vallisoletano con más corazón que barriga, de los tulebras, estén donde estén, de la NG que vinieron para quedarse, de los montañitas, de Pomposo y mama Bus, versión moderna de don Quijote y Sancho Panza, de todas aquellas polluelas y polluelos que volaron del nido pero vuelven cuando el tiempo lo permite, cual aves migratorias, de la Orquesta Maravilla, ejemplo máximo de como el rugby es más que un deporte. De los nuevos como Eloi y los viejos como Febas. De los observers, y los senatori. De muchos niños que vienen fuerte, Leo te esperamos. Y como no de esa enorme Junta directiva, que día tras día aguanta el peso de los marrones sobre sus hombros cagándose en todo y en todos, pero con la plena consciencia de que no hay nada mejor que esto. Mochu, Heko, Diego, siempre en vuestro equipo. Esta historia es la historia del rugby familiar, que siempre ha de remar contra corriente, pero que tiene claro que, aunque vaya más lento, saldrá más fuerte. Y en esas estamos.