"Si fracasas en la preparación, prepárate a fracasar"
Benjamin Franklin
El pasado sábado el equipo senior masculino del Quebrantahuesos Rugby visitaba las flamantes instalaciones del RC Cornellá y se volvía con una dura derrota que pone muy difícil a los oscenses los playoffs por el título de la liga. El Cornellá, con más de 75 años de historia a sus espaldas, goza de un edificio social en pleno centro y de un nuevo y flamante estadio de césped artificial, con unas gradas e instalaciones envidiables, todo un agravio comparativo con el humilde Quebranta.
Se volvió a ser incisivo en la touch propia, se robaba en la ajena y se jugaron varias fases con orden. El resto de la crónica es sencilla: el Quebrantahuesos empezó ganando, ensayando muy temprano, con muy buena intensidad, haciendo lo que sabe hacer, duro en las fases de delantera y creativo en las de ¾. Al llegar la segunda parte, los de Huesca perdían todo el fuelle físico y un Cornellá, mucho más joven, en forma y con los deberes bien aprendidos de casa, barría del campo a un Quebranta agotado.
Y es que el club no pasa por su mejor momento.
El equipo senior peca de indisciplina en la preparación, los entrenamientos son una incógnita constante, sin saber el número de participantes que asistirán. En toda la temporada no entrenado juntos los quince titulares del sábado. Se entrena apenas una hora a la semana.
En deporte solo hay un axioma indebatible: si no entrenas, no ganas.
A los jugadores se les debe reprochar, desde luego, y deben de asumir su parte de responsabilidad o conformarse con el fracaso y simplemente disputar partidos duros, nada más, sin objetivos más allá del disfrute. Para lo anecdótico que resulta entrenar para la mitad del equipo, la verdad, se ha jugado más que bien y se ha sabido defender dignamente unos colores, seguramente, viviendo de las rentas.
No obstante, sin querer quitarles su parte de responsabilidad, también pasa que los jugadores están cansados. El Quebrantahuesos Rugby Club es un club muy joven, que no dispone de esas generaciones que dejan la actividad deportiva y pasan a otros puestos de dirección, gestión y ayuda. Que son el alma de todo club, los que lo mantienen. En este club actualmente los jugadores son directivos, entrenadores de las escuelas, cocineros, administrativos, árbitros, personal de limpieza, jardineros… Y están agotados.
Agotados de remar contra corriente; de poder contar solo con las migajas del apoyo institucional que caen del fútbol; de prácticamente empezar de cero cada año; de tener que defender un proyecto serio y, probablemente, de los más ambiciosos de nuestro país, cada vez que quiere dar un paso adelante. Es frustrante. Da igual que los All Blacks sean premio Princesa de Asturias, que sea el quinto deporte de equipo con más licencias, que sea uno de los que más crecimiento experimenta, o que su campeonato del mundo sea el tercer mayor evento del mundo. Aquí al rugby se le margina.
El Quebrantahuesos está en un momento en el que puede desaparecer, como tantos otros clubes de deportes mal llamados “minoritarios o emergentes” que brillaron y acabaron desapareciendo por el poco apoyo por parte de las instituciones. Y es que, si todos los deportes luchan contra las cifras del monstruo que es el fútbol, el rugby además comparte instalaciones. Y está claro que les sobramos. Por eso hemos pasado por tantas sedes. La principal razón de que haya deportes menos practicados es porque el apoyo a un deporte ya consolidado que amasa ingentes cantidades de dinero no se cuestiona jamás y, sin embargo, al resto, es puesto en tela de juicio cada vez.
Muchas veces se critica a otros deportes por raros o porque no son “de aquí”, comparándolos con un deporte inglés que se introdujo en España prácticamente al mismo tiempo que el rugby, pero que pecó en sus altas esferas, de no querer perder su carácter amateur y no se profesionalizó, lastrando su expansión, hasta ese momento muy superior a la del fútbol. Y todo por no querer desvirtuar sus valores; valores que hoy en día es uno de los pocos deportes que aún los sigue manteniendo intactos.
El banquillo Quebranta es uno de los más viejos de la liga y es que las escuelas difícilmente pueden renovar la plantilla, no por la dirección deportiva, dado que sus resultados la avalan: en la corta historia tenemos a Alba Alpín de Monzón siendo una de las leonas (selección nacional), varios convocados a los entrenamientos de selecciones nacionales, varias ligas ganadas y fases de ascenso a DHb disputadas, amén de dos torneos únicos en el mundo (Fat Rugby y el torneo Medioambiental Torneo Pirineos de Rugby) que dejan un impacto económico en las poblaciones que se celebran de más de 300.000 euros anuales.
Pero es que, por un lado, se ha tenido que dejar de entrenar en la capital, de la que proviene casi la mitad de la plantilla, por el estado de las instalaciones. El campo que el Ayuntamiento de Huesca dice ser para “deportes emergentes” costaba más lesiones que los rivales (el mismo que ha hecho que el béisbol abandonara parte de su proyecto allí). Por otro la escuela de Jaca, que posee varios canteranos que pueden ascender en los próximos años al primer equipo, entrena en menos de un tercio de campo. Por no hablar de la de Aínsa-Sobrarbe, que tiene que convivir con un rebaño de ovejas.
Está claro que los jugadores se cansan de ser considerados ciudadanos de segunda. Marginados por no practicar el deporte rey que es el ojito derecho de la administración y los medios de comunicación. No solo no recibimos el apoyo económico que el proyecto necesita, sino que además cada vez, seguros y desplazamientos mediante, se convierte en un deporte de lujo. Así nunca podremos frenar el trasvaso de nuestras promesas a otros deportes, menos exigentes, menos costosos y más aplaudidos en redes, prensa y televisión. Para más inri, se acerca una época, que tendrán que escuchar en discursos lo mucho que parece preocupar lo de evitar vaciar la España rural.
Y todo esto sin apenas incluir en esta reflexión a una Federación Aragonesa que obvia la verdadera realidad del rugby aragonés, que no dota de apoyo a esta primera línea de fuego a la que se enfrentan los clubes en su día a día, sobre todo los de fuera de Zaragoza y que, además, trata al Quebrantahuesos como un solo club y no como el representante de toda una provincia.
Por acabar siendo positivos, el jugador de rugby es rudo, sabe que el partido nunca va a ser fácil, que los amistosos no existen y, por eso, siempre sigue empujando. Y eso es lo que seguirá haciendo el Quebrantahuesos, seguir empujando, avanzando pocos metros, luchando por el próximo ensayo, a la espera de que algún día se le reconozca como es debido y se le deje de marginalizar injustamente.
Al fin y al cabo, nuestro tótem, sobrevive gracias a las sobras que dejan los buitres.